VINO; LA POCIÓN DIVINA
EL VINO ES LA POCIÓN DIVINA
En el puesto de la bodega Bibich de Skradin, en la feria de BeoWine de este año, he tenido la oportunidad de conocer a un gran galán, poeta y filósofo del vino, el señor Darko Petrović Skradinjac.
Tras una bastante larga y agradable conversación con él sobre el concepto, esencia y armonía del vino, el señor Darko Petrović Skradinjac, aunque reacio a las entrevistas, ha aceptado responder a algunas preguntas para “Svet vina” (“El mundo del vino”) por lo que le estoy intensamente agradecido.
La entrevista se ha celebrado durante el curso de dos ferias del vino de este año: BeoWine fair (La feria del vino de Belgrado) y la de Novi Sad.
Para conservar en su totalidad su autenticidad, trasmitimos la conversación en su forma original.
S.V. Escuchando sus pensamientos sobre el vino desde los puntos de vista filosófico y metafísico, sin intención de sonar pretencioso, de cierto modo le veo como el heredero de la obra del brillante escritor húngaro Béla Hamvas que, por lo menos en estas tierras, es reverenciado como el gran filósofo del vino.
D.P.: A Béla Hamvas le considero mi mentor espiritual en cuanto a mí contemplación sobre el fenómeno del vino. Brillante filósofo. Si miramos las circunstancias en las que vivía y las que le rodeaban, su importancia en el desarrollo del pensamiento contemporáneo se vuelve más grande aún. Ha concienciado el vino con su propio principio usando su encanto poético como si fuera un verdadero mago. Continuando su pensamiento, estoy procurando concebir la esencia del vino como un necesario ajuste o, mejor dicho, complementación del pensamiento convencional que define el vino en su manifestación física, fuera de la relación con su principio espiritual inmanente.
El pensamiento convencional, basándose exclusivamente en la percepción sensorial y en la racionalidad, percibe el vino como la realidad por su presencia material, que es pura ilusión. ¿Por qué? Porque, eternamente oscilante o cambiante materialidad es tan solo substancial pero no real; es tan solo el mundo de las cosas, mientras que el principio extrasensorial o las leyes son los cimientos de la realidad porque son inalterables y por ello, reales. Ellos gobiernan el mundo material.
Imagínese que estoy demostrando su esencia a través de sus parámetros físico- químicos. Su altura, peso, el color de su pelo, de sus ojos, cómo viste y miles de informaciones de este tipo más. ¿Qué he dicho en realidad sobre usted? Nada. Al contrario, cuando experimento su emoción, su pensamiento y sus sentimientos entonces digo “Este hombre es una gran personalidad, lo garantizo con mi vida.” Lo mismo sucede con los vinos. El misterio del vino está principalmente en la experiencia por encima de cualquier forma de racionalidad, que es como un callejón sin salida, salvo la que, al abrazar la intuición e instinto, se mueve hacia los niveles extrasensoriales.
La conciencia universal como el constituyente del tiempo, es decir del presente infinito suponer el nivel de conciencia superior o abstracción de la pura materialidad en su manifestación material. Es aquí donde Béla Hamvas de una manera poéticamente única y mágica, inspirado por el vino como una estructura armónica es decir “noble intoxicación armonizada”, eleva altamente la copa de vino suave de color rubí, celebrando la naturaleza humana dentro del contexto de la suprema ley de la naturaleza, la ley de la continuidad, eternidad o el Principio Divino. El misterio de la vida y no es sino la gestión de su propia mortalidad, cómo llegar a ser eterno.
“Amanece, oh escanciadora, llena de vino el jarrón, Las esferas estrelladas no esperan, corre. Antes de la ruina de este mundo fugaz, arróllame con la copa del vino suave. En la copa, el sol naciente del vino brilla, Si buscas el placer, el sueño abandona.”
Así lo dice Hafiz, uno de los poetas más grandes de todos los tiempos, en el siglo XIV.
Del archivo fotográfico de Darko Petrović.
S.V. Béla Hamvas clasifica los pueblos según su predilección hacia el vino o el aguardiente. Según él, los pueblos del vino son el francés, el español, el italiano, el griego y el húngaro. Puesto que estas afirmaciones han sido hechas hace unos cien años, ¿cambiaría Béla sus opiniones hoy, teniendo en cuenta que la viticultura y la producción del vino mientras tanto se han expandido masivamente por todo el mundo?
D.P.: El hombre es un ser completamente de la naturaleza. Todo lo que existe en el Cosmos, existe dentro de él. El hombre, al nivel de la conciencia inductiva contemporánea, no es consciente de ello. El gran obstáculo en ese camino es la ilusión del mundo material que el hombre no es capaz de resolver con las categorías sensoriales y racionales. Por ello, su cognición instintiva e intuitiva para encontrar el camino hasta su escondida esencia, su permanencia, usando al “movedor inmóvil” o estímulo, aquí me estoy refiriendo en el contexto del vino y del aguardiente.
Béla Hamvas concibe el vino como “noble intoxicador armónico” que tiene poder de, a través del acto transpersonal, diluir su propia conciencia en su supraconsciencia y su inconsciencia. Esa experiencia de su propia totalidad inevitablemente introduce a uno en el nivel superior de la conciencia. Por eso sucede y se dice “In vino veritas” o la cita de Béla “Al final, no obstante, quedaron dos, Dios y el vino”, etc.
En este mundo de ilusión, no tomes más que esta copa de vino. En este teatro de títeres no juegues ningún juego salvo al amor.
Hafez
Béla menciona a franceses, españoles, italianos, griegos y húngaros en el contexto de los pueblos del vino porque son los pueblos a través los que se desarrollaba la cultura del vino. Pero, como dentro del ámbito convencional el vino todavía no está concienciado como una bebida armoniosa, con razón Béla lo llama era primigenia. La verdadera historia empieza con la autoconciencia del vino como un principio espiritual en forma de poción armónica. Como la noble intoxicación armónica, ad hoc nos, nos lleva desde el mundo material y sensorial directamente a nuestra almita, a nuestra tonalidad escondida, donde somos uno con el principio Cósmico de continuidad, gracias a cuya dimensión de la conciencia superior superamos nuestra propia mortalidad. Definitivamente, para Béla Hamvas, el vino es la bebida del eterno presente, tanto del presente, del pasado como del futuro, la “Poción Divina”.
S.V.: ¿Qué es vino, en su esencia?
El concepto del vino supone la completa sincronización de la estructura vinícola según su inmanente principio espiritual de armonía. Todo lo demás no se puede llamar vino, sino simplemente la estructura vinícola.
La esencia del vino es beberlo y la regla de oro del vino es “Bébeme con moderación.” Normalmente, esto no está escrito en el vaso, pero está escrito en la conciencia. Eso significa que quien no está consciente de ello, no está en condiciones de beberlo. A pie de la letra, huyendo de si mismo tan solo se está escondiendo detrás del vino. Muchos dirán que el vino fue flojo, porque se emborracharon. Es una descarada mentira. Su cabeza loca les emborrachó, diré humorísticamente.
Tanto el hombre como la vid contienen el principio espiritual inmanente, aquel principio ideal de la transmutación energética, es decir de la fermentación armonizada, y por ello las civilizaciones de la Antigüedad y Pre- antigüedad reverenciaban la fermentación como algo divino.
El mercado vinícola convencional, es decir el “mainstream” del vino, en realidad tan solo ha arañado la superficie de la esencia del vino. Vierten el vino sobre su paladar, lo perciben memorizando sus parámetros físico- químicos y luego lo escupen, convencidos de que conocieron lo que es vino. Inadmisible desde el punto de vista de la esencia del vino. Primero, todos los parámetros físico- químicos, los 1.350 conocidos y dos terceras partes pendientes de conocer son de naturaleza variable e inconstante y como tales no pueden tener significado real. Porque, si fueran reales, si eso fuera verdad, entonces cada hombre normal produciría vino ideal. Está claro que eso no puede ser. Segundo, estamos conscientes tan solo de un pequeño número de los procesos físico-químicos de reacción con la naturaleza que cada año crea nuevas cualidades físico- químicas de la uva.
La primaria, secundaria y terciaria fermentación del vino expresan su variedad como una introducción al vino. Tan solo el tiempo, como el principio absoluto, tiene el poder de constitución de la armonía de los procesos enzimáticos como general y esencial sustancia del vino. Sin la armonía, el vino es únicamente una estructura físico- química, tan solo la variedad como la introducción al vino todavía no es vino, independientemente cuántas componentes contiene. ¿Por qué? Porque tan solo el vino como la noble poción armónica tiene el poder de sincronizar el alma humano. Por ello el vino es poción divina. Por ello la sabiduría de Béla Hamvas, quien concienció el vino como el principio de la sincronización es imperecedera.
Pues, el vino implica la condición en el que todos los componentes físico- químicos conocidos y desconocidos, máximamente equilibrados y armonizados por el principio del vino interior espiritual extrasensorial, por el principio del tiempo. Ese vino, guiado por la visión del bodeguero, su compatibilidad espiritual (emoción- pensamiento- sentido), su experiencia, instinto y percepción extrasensorial del principio del tiempo, es decir del principio de la continuidad que a su vez es su constituyente, es el vino. Solamente ese vino posee, como a mí me gusta llamarlo, el aura del vino, como confirmación de la poción divina. Sin el aura el vino se reduce a una estructura físico- química de la variedad del vino. El vino como un conjunto fáctico positivo no existe ni es posible.
Al hombre que logra identificarse con el principio divino se le llama santo y por eso la aureola alrededor de su cabeza representa objetivación de ese principio como el bien humano universal. Igual que el vino que logra todos los componentes de su estructura, conocidos y desconocidos, identificar o equilibrar con su principio espiritual vinícola inmanente recibe el aura del vio. El aura del vino es ternura, parecida a la seda china más perfecta y al terciopelo, el grado de sincronización en el que todos los parámetros están sincronizados al máximo y donde en ningún momento no es posible aislar algún componente del conjunto puesto que cada componente expresa la totalidad. En la naturaleza tan solo la ternura expresa la energía de la duración eterna o continuidad.
Por eso en el principio del vino celebramos a todos los amantes del vino y aventureros del espíritu que en las interminables noches insomnes se sumergen en la armonía del vino explorando su ser y espiritualidad.
“El vino entra en la boca
Y el amor entra en los ojos;
Eso es todo lo que en verdad conocemos
Antes de envejecer y morir.
Así llevo la copa a mi boca,
Te miro y suspiro.
– William Butler Yeats
S.V.: ¿Está d acuerdo con la opinión de que el viticultor, independientemente de lo buen profesional que fuera, no puede hacer buen caldo si es mala persona?
D.P.: Es muy sencillo, la desarmonía no es resonante con la armonía, se repelen, no se superponen. La maldad nace en desarmonía. Si alma desarmónica pudiera hacer vino armónico, estoy seguro que el vino no existiría. En otras palabras, muchos están involucrados en viticultura, pero son muy pocos los que logran hacer un caldo armónico. La carrera profesional de un viticultor es muy breve. Tarda unos quince años de promedio para hacerse productor de vino, y el resto de su vida puede crear máximamente de siete hasta diez vinos armónicos. Pensando sobre el vino ideal, Rudolf Steiner se dio cuenta correctamente, que un vino necesita unos siete años para llegar a ser armónico. Cualquiera puede hacer sus pinitos de vinicultura sin problemas, pero realmente hay pocos vinicultores. Pues, solamente quien logra alcanzar el nivel de la armonía del vino puede ser considerado productor del vino.
S.V.: El eterno tema: maridaje de la comida con el vino. Antes, ciertas reglas estereotipadas gobernaban en ese campo también, pero hoy, en los tiempos de la gastronomía molecular, se marida “todo con cualquier cosa.” Hoy en día, las catas de vinos sin el maridaje con platos adecuados son casi inexistentes.
Tanto la Enología como la Gastronomía se basan en el mismo principio espiritual, el principio de armonía, en otras palabras en principio de continuidad. Tan solo según ese principio estas dos cosas tienen sentido. Las dos cosas en el contexto de la alimentación humana de verdad son la relación más sofisticada entre el hombre y la naturaleza. El mainstrem, es decir la opinión convencional no lo entiende todavía ni por asomo. El fenómeno del maridaje del vino y de la comida se cumple tan solo en los intentos que contestan a la pregunta qué comer/ beber, por qué comer/ beber y cómo comer/ beber. Y esto intentos son verdaderamente muy escasos. Este conjunto de problemas es muy complejo y profundo y requiere una consideración aparte. Quizás nos podamos dedicar a ese tema en alguna otra ocasión.
S.V.: Un tema más que no tiene fin: mujeres y vino.
El sentido más profundo de la mujer tiene lugar en su femineidad. Es una categoría supra racional impuesta al hombre, pero exclusivamente en la experiencia, como el máximo grado de armonía. Pues, la femineidad es la expresión poética más profunda y como tal es la única metáfora en la explicación del “aura vinícola.” El aura de la ternura. Repito, la ternura como el supremo principio de continuidad, es la única energía de perpetua duración. Recomiendo a todas las mujeres de este mundo, imbúyanse en la armonía del vino con moderación y su feminidad no tendrá fin.
EL ALMA VINÍCOLA
A ti que me estás bebiendo, yo ahora, con cada gota, te aconsejo:
No te obsesiones con la apariencia de mi contenido formal, sino bebiéndome con moderación, ¡dentro de Ti, busca tu Alma! En ella, tú y yo somos uno, según ella todos los corazoncitos laten como uno. Te recuerdo que tu existencia no es solamente un hecho, sino un regalo especial. Por eso, ¡bebiéndome, libérate!
DARKO PETROVIĆ SKRADINJANAC
SV.: Y al final, diga, por favor, ¿dónde y cómo ha empezado su espiritualidad vinícola y por qué le proclamaron el savant del vino?
Mi espiritualidad de vinícola nació de la amistad de veinte años con el joven y carismático hacedor de vino de Skradin, Alen Bibić, de Bibich Wines, como inspiración de la esencia del vino y el principio espiritual del vino. Su carisma vinícola cree incondicionalmente y está completamente consciente que en una uva yace el absoluto de la naturaleza. Esa experiencia que él lleva profundamente dentro de sí, en su cognición intuitiva e instintiva, es esa dimensión final y la más profunda que esconde su secreto de hacedor de vino. Es la dimensión que sus vinos dirige hacia el fenómeno de armonía. Ésta no es una dimensión racional y no se puede aprender. O la tienes o no la tienes. Nosotros en realidad somos dos mundos paralelos, el del vino y el de la filosofía. Su misión es hacer el vino y llevarlo a la completa armonía y mi misión es concienciar el ser del vino es decir su principio espiritual. Esta relación entre el vino y el pensamiento es a la vez complementaria y lo contrario. Pero los dos hemos llegado, cada uno a su manera, al nivel donde el vino realmente ha abierto se ser como la Poción Divina. Probablemente es la única bodega del mundo donde cada gotita de vino creada en la visión y en el alma del viticultor se derrama en la espiritualidad y filosofía del vino. La bodega Bibich es pequeña, pero goza una gran credibilidad mundial. Durante todo este tiempo, inspirados con el vino como poción divina, estamos creando amigos del vino por todo el mundo, desde Nueva York hasta Belgrado, de la manera auténtica, espiritual, única e irrepetible.
El apodo “Wine Savant” me lo dieron los americanos tras una cata muy exitosa en Nueva York, entusiasmados con mi espiritualidad vinícola y filosofía del vino.
Entrevistador: Gojko Radanović